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Ver ballenas en Baja California Sur, sin dejar huella El 7 de septiembre de 2020

La zona a la que Jacques Cousteau llamó “el acuario del mundo” está en un momento complicado a nivel ecológico

Fotografía de Camilo Christen

Guías de México

Un ojo enorme, negrísimo, me ve directamente mientras yo río. La boca, en la que podría caber mi torso entero, está abierta y tiene una mueca que bien podría ser una sonrisa. Con ella empuja la lancha en la que estamos. Su cuerpo se extiende bajo el agua por varios metros —¿10?, ¿15? No tengo forma de saberlo—. Detiene su avance unos segundos solamente para respirar. Al exhalar nos llena de agua y vapor, y después sigue empujando. Estamos en Baja California Sur, rodeados de ballenas, y tuvimos la suerte de que una de ellas viniera a jugar con nosotros.

Extiendo mi brazo y la acaricio: es como tocar un pimiento, pero lleno de pequeñas rocas. El ojo sigue viéndome mientras sigo acariciándola y hablándole, como si fuera una mascota gigante. Se aburre de nosotros y busca otra embarcación. Subo la vista y alrededor, a menos de cien metros de distancia, se ven seis pequeñas nubes de vapor. No puedo parar de reír.

Un campamento distinto

La lancha nos deja al costado de una duna de arena que da a la bahía de Magdalena. A lo lejos veo también seis tiendas de campaña de dos metros de altura por unos tres de largo con vista al mar. Subimos a ella por un camino marcado por pequeños trozos de madera pintados de blanco.

Sebastián, el guía principal de RED Travel, da la regla número uno del campamento: nadie camina fuera de las zonas marcadas. Las maderas resguardan plantas y dunas. La idea es que, cuando este campamento se levante, lo único que dejemos aquí los humanos sean nuestras pisadas.

La idea es que, cuando este campamento se levante, lo único que dejemos aquí los humanos sean nuestras pisadas.

Cuando nos dijeron que íbamos a acampar de forma ecológica no era esto lo que imaginaba. Mi experiencia de ese tipo de camping siempre había sido tener arena en lugares innombrables, intentar dormir esperando no asfixiarme y rogar porque los baños no fueran una pesadilla. Esto es totalmente distinto.

Al interior de las casas de campaña hay camas cómodas, tapones para los oídos y una escobilla para limpiar los zapatos. Todos los días el equipo del campamento, conformado por pescadores de la zona que ganan ahí más de lo que harían aventando redes, limpian la arena de la casa. Parecen cosas menores, pero no lo son.

Se trata de acampar, pero con todas las comodidades de un hotel.

Los baños son escusados normales, pero todos los deshechos se hacen composta. Usarlos es tan fácil como colocar aserrín en el bote que los contiene. El equipo los limpia varias veces al día. En la casa de campaña que se utiliza como ducha —baño ranchero pero con agua caliente— hay champú y jabón biodegradable, y toallas limpias. El agua que se utiliza en los lavabos se recolecta y después se trata. Las tres comidas del día son deliciosas y hay un menú para escoger. Se utilizan productos locales y frescos. En resumen: se trata de acampar, pero con todas las comodidades de un hotel.

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